Wilson Morán, Finca La Montañita

EN NUESTRO PUEBLO Y EN NUESTRA REGIÓN, TENEMOS MUCHOS CAFICULTORES DE SEGUNDA Y TERCERA GENERACIÓN...

En algunas familias, la gente ha estado cultivando café durante cuatro generaciones. Pero yo soy un agricultor de quinta generación y eso es mucho más raro, incluso aquí, en el corazón de Ocotepeque.

Hasta hoy, a mi abuelo le gusta contar anécdotas sobre su propio abuelo. De cómo su abuelo pagaba 2 céntimos de lempira a los trabajadores que recogían un cubo de café. Ahora, pagamos 30 lempiras, unas insondables 1.500 veces más. Y aún así, los trabajadores sólo ganan alrededor del salario mínimo; simplemente, nuestra moneda se ha devaluado enormemente.

De todos modos, mi familia -las generaciones que precedieron a la mía- es mi mayor ejemplo. Mis padres me enseñaron todo lo que sabían sobre el café, y me transmitieron su pasión por este delicioso líquido negro y todos los secretos que lo rodean.

Ahora, me toca transmitir mis conocimientos y mi amor a mi hijo, que ya ha dejado claro que quiere formar parte de la sexta generación. Afortunadamente, somos capaces de evolucionar y mejorar continuamente nuestra cosecha. Mi mujer y yo sólo tenemos 0,7 hectáreas de terreno, así que tenemos que hacer todo lo posible para maximizar el rendimiento, así como la calidad. 

Tenemos que superar muchos obstáculos, como por ejemplo el pésimo estado de nuestras carreteras, si es que se les puede llamar carreteras, y las condiciones de trabajo son a menudo difíciles, con mucha lluvia o -lo contrario- sequía que dura demasiado.

Pero hemos aprendido a procesar y preparar microlotes y eso compensa todos nuestros esfuerzos. En años anteriores, teníamos que venderlos a través de las intermedias, pero ahora que soy miembro de Cafesmo, tengo muchas esperanzas de mejorar nuestras posibilidades de trabajar de forma más directa. Además, los microlotes me hacen sentir orgulloso de lo que hago. Sin querer sonar prejuicioso, es mucho más gratificante a nivel personal que simplemente producir café comercial que desaparece en la masa.

Así que, en los próximos años, quiero establecer relaciones directas, quiero preparar a mi hijo para su futuro como orgulloso caficultor de sexta generación, y quiero intentar ahorrar suficiente dinero para comprar un poco más de tierra. Para mi mujer y para mí, pero también para nuestro hijo.

 

Datos de la finca

Tenemos 0,7 hectáreas de tierra y producimos dos variedades: pacas y lempira.

La sombra la proporcionan los pinos, pero también los cipreses, la yuca y las musáceas.

Nuestra finca está certificada e Comercio Justo, Orgánico, y Rain Forest Alliance.