Rosa Romero, Finca El Piñalito

Recuerdo muy bien cómo trepábamos a nuestras plantas de café cuando era pequeña.

Arboles de café sería un nombre más apropiado, tan grandes eran. Nuestro padre tenía una pequeña parcela donde cultivaba café que apenas requería trabajo ni mantenimiento. Los granos volvían a crecer año tras año y sólo había que quitar las malas hierbas de vez en cuando. 

Cuando murió nuestro padre, mis hermanos y yo nos hicimos cargo y, como era el mayor, tomé las riendas de nuestra pequeña finca. Además de café, cultivábamos maíz, frijoles y otros productos, sobre todo para alimentar a la familia. 

Más tarde, cuando ya era una joven adulta, me casé con mi marido, que también era productor de café. Siempre hemos trabajado juntos, y yo me encargo sobre todo de los recolectores durante la temporada alta, de desherbar y mantener la tierra ordenada y limpia, y de coordinar todos los diferentes aspectos del trabajo en conjunto. 

Varios de mis hijos adultos viven en Estados Unidos, así que mis hijos que aún están aquí y yo también nos ocupamos de sus fincas porque ellos no pueden hacerlo por sí mismos. Algunos de los hijos dicen que ya no debería ir a las fincas con demasiada frecuencia o durante demasiado tiempo porque tienen miedo de que me caiga o resbale, pero yo no estoy de acuerdo. Llevo más de medio siglo pisando esas tierras y conozco cada centímetro cuadrado mejor que ellos.


Lo que también me gusta mucho es secar y preparar los cafés. Hay que reconocer que eso es un poco más pausado que el trabajo pesado en la propia finca durante la temporada de recolección, y lo puedo hacer más cerca de casa. Hace medio siglo, en los años setenta, mi padre siempre guardaba unos cuantos sacos de café que él preparaba ‘al natural’, lo cual no era nada habitual en aquel entonces, pero los perfiles naturales eran los que más me gustaban, y me siguen gustando.

Hoy en día, las preparaciones están mucho más controladas, son más consistentes y homogéneas. Por suerte, mis hijos me ayudan a estar al día de las nuevas prácticas para asegurarnos de que nos mantenemos alineados con la evolución de las preferencias de nuestros tostadores aliados. Uno de mis hijos es Roy Hernández, productor socio de Cafesmo, que tiene años de vender sus cafés a tostadores en Europa, Asia, y las Américas.

Y aunque el café es inmensamente importante en mi vida, no es lo único que importa. Me encanta compartir todo lo que puedo con mis hijos que están en Estados Unidos. Hacemos videollamadas, les cuento las últimas noticias de nuestro pueblo y de sus hermanos, sobrinos y sobrinas, y eso también me permite sentirme más cerca de ellos. También me gusta mucho cocinar. Preparar una comida para mis seres queridos los domingos, o por la noche después de un duro día de trabajo en la tierra, nos mantiene unidos y en paz como familia.

 

Datos sobre la finca

El terreno está ubicado a 1.250 metros y tiene algo más de dos hectáreas. 

Las principales variedades son Parainema, Pacas, IH-Café 90

La finca cuenta con certificación orgánica, RFA y Comercio Justo.

Hay mucha sombra de árboles maderables, pero también árboles frutales como guayaba, mango, cítricos, plátanos, que son muy buenos para el consumo familiar también.