Carlos Mejía, Finca Las Minas

Carlos padre y Carlos hijo aman su finca. Y está claro que ella también les quiere a ellos.

Finca Las Minas brilla como una joya en la tierra que la rodea. La tierra está situada en una zona remota, a media hora en coche de la aldea más cercana, donde vive la familia Mejía. Por tres lados, hay bosque, un bosque que siempre proporciona suficiente agua para las plantas de café y que mantiene el clima templado. Nunca demasiado cálido, y ciertamente nunca demasiado frío. 

Incluso en la propia finca hay abundante sombra, proporcionada por árboles locales, así como por las plantas de plátano que crecen de 6 a 8 metros de altura. También hay algunos cítricos, para proporcionar alimento tanto a la familia como a sus empleados. Durante la temporada de cosecha, hay entre 50 y 60 personas empleadas en la Finca Las Minas. Recolectores, por supuesto, pero también personas que trabajan en el beneficio húmedo, e incluso una cocinera para asegurarse de que todos se alimentan adecuadamente después de un duro día de trabajo. 

Las cosas no siempre han ido tan bien como ahora. Carlos padre es un productor de tercera generación y era extremadamente pobre cuando era niño. Su abuelo ya cultivaba café en los años 50, pero apenas podía vivir de ello, y Carlos padre siempre andaba descalzo, comiendo dos veces al día si tenía suerte, ninguna en los días malos.

Nunca pudo estudiar, aparte de unos pocos años en la escuela primaria, y sabía que para asegurar un futuro estable para su propia familia, tendría que invertir todo lo que tenía en trabajar duro, cultivar un buen café, y oportunidades de estudios para sus tres hijos.

Ahora, Carlos hijo y su hermano son ingenieros civiles, y su hermana es psicóloga de formación. Poco a poco, la familia ha podido ampliar su finca familiar y ahora poseen 35 hectáreas de tierra fértil donde cultivan diversas variedades de café. Carlos Junior trabaja junto a su padre en el día al día, mientras que su hermano y su hermana les ayudan durante la temporada alta.

Los Mejía también han construido su propio beneficio húmedo, un secador mecánico y un patio techado para almacenar la pulpa, que se utiliza para abonar las plantas de café unos meses después de cada cosecha. Ahora, gracias a siete décadas de experiencia y conocimientos adquiridos a lo largo de cuatro generaciones, la familia es capaz de cultivar cafés consistentes y homogéneos de alta calidad.

A través de un esfuerzo y una perseverancia extraordinarios, han recorrido un largo camino desde que Carlos padre era un jovencito que andaba descalzo y rara vez con el estómago lleno. Pero eso no significa que se duerman en sus laureles. Al contrario, la familia está tan unida y motivada como siempre. Y además, una quinta generación estará deseando tomar las riendas antes de que se den cuenta, así que más vale que la generación actual siga adelante, creciendo y brillando.


Datos de la finca

35 hectáreas a entre 1500 y 1650 metros.

Sombra proporcionada por árboles locales, plataneros y algunos cítricos.

Variedades principales: Lempira, Catimore, Pacas, Colombia, Parainema, Obata. Un poco de AnaCafé14.

Esta finca está certificada ORG, comercio justo y RFA.