Daniel de Jesús, Fincas El Desvío & Amaya Romero

Llevo siete años como caficultor y formo parte de la tercera generación de cultivadores de mi familia.

Mi hermano y yo trabajamos juntos, compartimos gran parte de la carga de trabajo, y toda mi familia cultiva café. El café es lo que nos mantiene en pie. Una primera taza justo al levantarnos, para reenergizarnos después de una noche a menudo demasiado corta, y por supuesto la venta de café como cultivo, para tener una fuente de ingresos. De hecho, puedo construir mi casa con los ingresos de mi finca.

Es un trabajo duro, pero también es muy relajante a su manera. Físicamente suelo estar cansado al final del día, pero mi cabeza está despejada y en paz después de un día dedicado a la tierra. No siento mucho estrés o angustia, excepto a veces durante la temporada de cosecha. Pero eso es demasiado lógico; hay un ajetreo tan frenético durante esos tres meses, y hay que terminar tantas cosas cada día.

Los otros nueve meses, puedo trabajar a un ritmo algo más pausado y el estrés desaparece. Lo que más me preocupa durante esos meses es la posibilidad de la roya, ya que esta enfermedad puede tener un efecto devastador en la salud de mi plantación y, por tanto, también en la salud de mi cuenta bancaria. La situación ya es bastante precaria, dados los bajos precios del café, y no podemos permitirnos más adversidades.

Estoy encantado de ser miembro de Cafesmo, ya que la organización me ofrece una plataforma para ofrecer mis cafés, y a través de ella puedo proponer microlotes. Nunca podría hacerlo por mi cuenta; me faltarían recursos y habilidades. Lo mismo ocurre con los sellos de Comercio Justo y Orgánico, que un pequeño agricultor individual nunca puede permitirse, pero de los que ahora puedo decir con orgullo que soy miembro, gracias a Cafesmo.

¿Mi sueño? Hacer crecer la granja lo suficiente como para que se convierta en un medio de vida estable para mi hija en el futuro, y después, para sus propios hijos.

 

Datos de la granja

Mis dos parcelas combinadas tienen tres hectáreas, situadas entre 1.250 y 1.300 metros.

Cultivo principalmente Lempira y Parainema. En menor medida, algo de Pacas y Catimore.

Hay mucho pino natural de sombra en mis tierras, pero también plátanos y algunas variedades locales.

La finca está certificada como Comercio Justo, y Orgánica.

Esta finca está certificada por Rain Forest Alliance.