María Nohemy Rodriguez, Finca El Bambú

Mi marido y yo cultivamos café desde los años 80 y somos agricultores de tercera generación, así que créanme, ¡he visto más granos de café en mi vida que nadie!

Sólo tenemos 0,7 hectáreas de tierra, así que es una empresa muy humilde, pero nos encanta el café, nos encantan nuestras plantas y nos encanta lo que hacemos. Además, también vivimos donde trabajamos, así que sólo tenemos que salir de casa para estar en medio de nuestra finquita de café.

Por suerte, hay mucha sombra, que nos proporcionan un montón de árboles frutales diferentes, como naranjos, mandarinas, mangos, aguacates, piñas y muchos más. Además de ofrecer la sombra que tanto necesitamos, los mismos árboles también nos permiten comer muchas frutas diferentes a lo largo del año.

Aquí hay muchas penurias. El café se vende por tan poco que apenas podemos vivir de él. Afortunadamente, tres de nuestros siete hijos salieron vivos de su peligroso viaje a Estados Unidos, a través del desierto, y ahora pueden enviarnos algo de dinero cada mes. Eso es lo que nos mantiene a flote.

También intentamos preparar al menos un lote de café de calidad superior cada año. Normalmente, tanto en la primera ronda de recolección como en la última, obtenemos buenos granos, pero no los mejores. Es a mitad de la cosecha cuando obtenemos la mejor calidad, cuando las cerezas son de color rojo intenso, casi púrpura, y cuando la madurez, el tamaño y la calidad son a su momento más homogéneo. 

Éstos son los lotes -pequeños pero sabrosos- que más nos enorgullecen. Y sí, créanme, también nos gusta beberlas y es con lo que terminamos el día, mirando nuestras plantas, cuando el sol se pone detrás de las montañas.


Datos de la finca

0,7 hectáreas, 1.339 metros.

Variedad: parainema

Sombra: mandarina, naranja, mango, limón, coco, bambú, piña, aguacate.

Certificado de comercio justo, orgánico, RFA.